¡La vuelta al mundo en 8 chocolates!

Así se llamó mi primera cata de chocolates en Madrid. Desde siempre me enganchó la idea de que podamos recorrer el mundo a través de nuestro paladar y nada mejor que con cuadritos de chocolates. Cuando comencé a hacer catas de chocolate me gustaba incluir países que no fuesen los más famosos, por ejemplo huía de Bélgica y Suiza, porque quería jugar siempre a la sorpresa y a romper esquemas y creencias. Esto me hizo una «cazadora de chocolates», buscaba en tiendas gourmet alrededor del mundo y por supuesto me aprovechaba de los amigos que viajaban para que o bien indagaran en tiendas o supermercados o para que simplemente me trajeran pedidos que hacía poniéndome en contacto directamente con los chocolateros a quienes en gran medida le parecía «fascinante» que sus chocolates viajarán a otras ciudades para ser degustados. Les daba mucha curiosidad lo que opinaran los madrileños de sus chocolates y lo veían como una posibilidad de conquistar lentamente un mercado.

Luego comencé a ir a las ferias mundiales de chocolate y allí me convertí en una compradora habitual de marcas que de otra manera era imposible tenerlas en Madrid. Así fue como comencé lo que yo llamé «la vuelta al mundo en ocho chocolates» y tuve el honor de llevarlo desde Venezuela a Colombia luego a Ecuador y Perú para saltar luego a Lituania, Hungría e Islandia para aterrizar en España, país anfitrión. Así me obligué a buscar chocolates en países que estaban «surgiendo» en el mundo del chocolate fino o gourmet. Cada chocolate tiene una historia que contar, por ejemplo en el caso de los chocolates de Venezuela son hechos con cacao de ese país, un productor muy antiguo de cacao y chocolate.

El caso de Colombia es muy llamativo porque comenzó a explotar su cacao hace poco y no sólo tiene unos chocolates finos maravillosos sino que además se ha convertido en un productor de «coberturas» que pudieran competir con las grandes marcas dominantes. Ecuador es el cuarto exportador de cacao del mundo, no obstante hay que investigar para dar con sus los chocolateros más interesantes, lo mismo ocurre con Perú aunque es curioso que este país si goza de muchos emprendedores que defienden que no se «homogenice» los sabores de sus chocolates.

También he descubierto cómo lugares que nos suena tan recónditos como Islandia se colocan en el firmamento del chocolate fino con un discurso «sostenible» y con unos empaques preciosos. Así mismo me ocurrió con Lituania, un país que ahora me cuesta no vincular con chocolate dado que es de las pocas referencias que tengo, lo mismo me pasó con Hungría. Vietnam, Madagascar, Filipinas han tenido su lugar en mis catas bien como países productores de chocolates o porque son el origen del cacao de alguna marca de chocolate fino. Ahora, confieso que me gusta buscar «países emergentes» como La India o Chile porque la idea con mis catas de chocolate en Madrid es que nos den excusas para hablar de cómo el chocolate «hace que el mundo parezca más pequeño».